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Síndrome burnout : "Estar quemado por el trabajo"

 
 
 
 
 
Si cada día es para usted un calvario porque se siente incapaz de acudir al trabajo o si considera que sus cualidades se ven minusvaloradas por sus jefes o por la organización a la que pertenece y, además, ha perdido la ilusión por su profesión, está en predisposición de padecer el síndrome burnout.
 
 
Esta enfermedad psicológica, popularmente conocida como 'estar quemado por el trabajo', afecta a muchas personas. Conozca algunas estrategias para evitar su aparición y desarrollo.
 
 
Si el trabajador o profesional contesta negativamente a interrogantes como "¿me gusta mi trabajo?" o "¿estoy tan motivado como antes?", y si muestra síntomas como repetidos cambios de carácter y de humor, inestabilidad emocional, irritabilidad o aislamiento social, entre otros, lo más probable es que haya que comenzar a buscar soluciones para evitar males mayores. Lo que a la vista del profano sólo son matices propios de cualquier actividad laboral, pueden devenir, si no se toman las medidas adecuadas, en un progresivo ocaso profesional del trabajador y en una merma evidente de su calidad de vida, síntomas inequívocos de la aparición del burnout.
 
 
Como se trata de una patología de carácter psicológico, las estrategias para evitarlo han de incidir sobre el propio paciente, sus relaciones interpersonales en el ámbito laboral y sobre la organización a la que pertenece, tal y como certifica Rubén González Olivera, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Santiago en Vitoria.
 
 

Recomendaciones

 
En el plano individual, las estrategias adecuadas para minimizar los efectos del burnout pasan por detectar y atacar las fuentes de estrés. Al respecto, Pedro Gil-Monte, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia, señala en uno de sus libros -Desgaste psíquico en el trabajo: el síndrome de quemarse- que "se hace necesario el entrenamiento en la solución de problemas, en la asertividad y en el manejo del tiempo".
 
 
En este sentido, los facultativos recomiendan actuaciones sencillas como olvidarse de los problemas laborales fuera del trabajo, llevar a cabo prácticas de relajación, parar y desconectar en pequeños descansos a lo largo de la jornada laboral y, sobre todo, trabajar bajo objetivos cuya consecución sea factible.
 
 
 
Sin embargo, cuando la enfermedad ha superado sus primeros estadios y las estrategias reseñadas nada pueden hacer por acotar su desarrollo, los especialistas pueden llegar a aconsejar que sus pacientes abandonen el trabajo, siempre y cuando éstos demuestren ser incapaces de reconducir sus sensaciones en sus respectivos centros laborales y su salud física o psicológica se vea en serio peligro o muy dañada.
 
 
Tampoco es desdeñable fortalecer los vínculos interpersonales del paciente, tanto en lo personal como en lo profesional, ofreciendo el apoyo necesario y fomentando sistemas de trabajo en equipo, con prácticas de liderato adecuadas a cada circunstancia. Por último, es conveniente no olvidar, tal y como explica Gil-Monte, que dentro de las organizaciones y empresas se deben estudiar planes para crear un ambiente de trabajo adecuado.
 
 
En este sentido, los responsables de dichas estructuras no deben crear falsas expectativas al profesional. Por el contrario, los expertos señalan conveniente apoyar una comunicación constante, establecer roles delimitados y concretos, adecuados para las capacidades de cada profesional, e instaurar sistemas de recompensas laborales
 
 
 

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