Lanzarse al camino emprendedor suele ser más que una forma de ganar 
dinero. Para muchos es un sueño por cumplir. Pero el desafío también 
encierra riesgos que se deben considerar para evitar proyectos fallidos.
Poner en marcha un emprendimiento es, para muchos, más que una actividad
 económica. El sueño de trabajar por cuenta propia –sin jefes, sin 
horarios, sin restricciones– es un motor que impulsa una variedad de 
negocios. “Hacer lo que me gusta a mi manera”, “Perseguir un sueño”, 
“Ser auténtico a uno mismo” y hasta “Cambiar el mundo” son algunos de 
los ideales que dan vida año tras año a numerosos negocios. 
Sin 
embargo, las altas tasas de fracaso indican que no es suficiente con una
 motivación trascendental para tener éxito. Incluso, ni siquiera para 
que un emprendimiento sobreviva. Las estadísticas plantean que la 
mayoría de los nuevos negocios cierra durante los primeros dos años. 
Basta con mirar de vez en cuando en alguna calle comercial de tu barrio o
 ciudad para confirmar la información. 
Emprender requiere, sin 
dudas, de energía y motivación, pero también de dosis justas de 
planificación, capital, conocimiento, preparación para la gestión, 
oportunidad y suerte, entre otros factores. La falta de cualquiera de 
estos elementos, o una mala combinación (una excelente idea, por 
ejemplo, pero que no coincide con una oportunidad en la ciudad en que se
 desarrolla) pueden hacer que un negocio no funcione, aun con todas las 
ganas y el empuje de su emprendedor.
Así, las frustraciones ante 
el cierre precipitado de negocios, los sueños que no se concretan y los 
bolsillos que no prosperan alejan tempranamente a mucha gente del camino
 emprendedor.
¿Cómo superar estas dificultades? Desde las 
instituciones, promoviendo el apoyo a los emprendedores que se inician, 
con capacitación, acompañamiento y transmisión de experiencias, además 
del aporte de capital en los casos en que ésa es la barrera. Pero el 
desarrollo de un ecosistema emprendedor lleva tiempo, y en nuestro país 
es relativamente reciente.
Por eso, parte del emprender en la 
Argentina es “encontrarle la vuelta” a este ecosistema en desarrollo. 
Algunas de las medidas personales para reducir los riesgos que podés 
evaluar si estás pensando en montar un negocio propio o ya estás en el 
camino son: 
1. Empezar de a poco. “Todo gran viaje comienza con un primer paso”, dicen.
 Aunque tu sueño sea montar una gran compañía, puedes arrancar armando un
 microemprendimiento que funcione para luego hacerlo crecer. 
2. Desarrollar la tolerancia al fracaso y la capacidad para 
reinventarse. Para superar los altibajos de la vida emprendedora es 
esencial que puedas mantener la motivación y la creatividad intactas
3. Emprender part-time o realizar negocios ocasionales, de forma de ir entrenando las habilidades y la percepción del mercado.
4. Acotar
 el impacto en tus finanzas personales. Poner un límite a lo que puedes o
 quieres invertir te ayudará a no poner en jaque a tu familia en caso de 
fracasar. Considera también diversificar los riesgos en la pareja o 
grupo familiar (mantener un ingreso fijo, si es posible, mientras otro 
asume el riesgo del emprendimiento).
5. Asociarte con emprendedores experimentados o desarrollar un negocio bajo el ala de una empresa en marcha.
6. Ajustar
 las expectativas. Si bien hay emprendedores que se hacen millonarios o 
alcanzan grandes logros en poco tiempo, la realidad es que para la 
mayoría es un camino de esfuerzo, trabajo y crecimiento paso a paso.
7. Buscar
 apoyo en incubadoras, programas para emprendedores o consultores 
especializados, para que tu negocio salga al mercado con varios pasos 
probados.
Incorporar los riesgos en la planificación de tu 
negocio y ajustarte a la realidad local es una forma de poner en 
práctica tu capacidad emprendedora. Tal vez arranques un poco más lento 
que lo que dicta tu ansiedad, pero puedas llegar más lejos en el 
cumplimiento de tus sueños.
Vía.| http://www.buenosnegocios.com/
  
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